martes, 15 de septiembre de 2009

Huesos y flores: cuerpos y corazones


















NOTA IMPORTANTE: En esta entrada se respetan todas las personas fallecidas mencionadas. Intento no hacer mención de nombres y apellidos (salvo en el caso de mi bisabuela) para mantener la intimidad.

El Lunes fui al cementerio. No fue debido a un fallecimiento reciente. Digamos que los muertos, después de años estándolo, aún tienen problemas. Os cuento.

El primer problema es debido al nicho de restos de un miembro de la familia. Normalmente el nicho de restos suele ser familiar (varios miembros de una familia enterrados en el mismo lugar, con un bloque cuadrado, generalmente mármol, en el que pone "familia apellido1 apellido2"). Al principio, en los primeros 5 años aproximadamente, la persona muerta puede gozar de un nicho para él solito. Después cogen sus restos y los meten en el nicho familiar, estando ese sitio disponible para el próximo. Y respondiendo a la posible pregunta, sí: la familia se gasta los ahorrros en un bloque de mármol con el nombre y fecha de la muerte del difunto para que a los 5 años se tire a la basura. Bueno a lo mejor te la puedes guardar de recuerdo. No he investigado a fondo sobre ese detalle.

No obstante, a veces, hasta hace unos años, podías hacer excepciones. Si conseguias una cuantía de dinero razonable, podías mantener a tu familiar con un nicho para él solo, de manera perpetua.

Pero claro, pasaron los años y, a los familiares no es que les hiciera excesivamente gracia que sus familiares permanecieran desapercibidos en un nicho familiar, con un montón de nombres, apilados, como si de un congreso de diputados se tratara. Esto provocó que la cantidad de nichos fuera enorme y se quedara cada vez más corto de espacio, a pesar de las continuas ampliaciones.

Así pues, los supuestos nichos de perpetuidad tuvieron una fecha de caducidad: 100 años. Pasado ese tiempo, al nicho familiar sin rechistar (bueno, no creo que los restos se quejen, no digo lo mismo de los familiares).

Mi bisabuela es uno de esos casos de nicho propio: Pilar Alfonso Díaz. La historia de mi bisabuela es muy triste: murió con solo 35 años de edad, estando embarazada de 6 meses. Según decían era una señora humilde pero con una gran pasión: la literatura. Leía hasta en la sopa y lo digo de manera literal: comía con un libro en la mano.

Dentro de unos años, mi bisabuela tendrá que ser trasladada a un nicho familiar. Pero claro, en nuestro nicho familiar no cabe ni el cadáver de una pulga, por lo que habrá que comprar otro. ¿Comprar un espacio para futuros familiares muertos? La idea resulta un tanto siniestra, no lo niego.

El otro motivo por el que fuimos fue para visitar el nicho familiar de mi abuelo: enterrado con sus padres. Pero aquí viene el problema: mi abuelo no aparece en los nombres de la placa. La cosa sería comprarle un aplique con su nombre. Permanecer allí en el anonimato no parece justo.

Pensaba que ir al cementerio iba a ser una cosa horrible. Nunca había estado en uno, a excepción de un monasterio antiguo en Granada donde , bajo el suelo de los patios, se encontraban enterrados montón de monjes, si mal no recuerdo. Olía raro...

Aquí, no obstante, estaba lleno de jardines y de flores, no parecía un lugar triste, aunque tampoco lleno de júbilo. El ambiente estaba envuelto de una gran dosis de cariño. O al menos eso percibí.

Mi paseo por el barrio de los hombres del otro mundo estuvo lleno de sorpresas. Para empezar, algunos ricachones tenían hasta una pequeña cripta para una sola persona. Increíble. Otros disponían de tumbas familiares de gran tamaño, con historias a veces muy impactantes. Una ellas hablaba implícitamente de una historia de amor con final fatal. Era una tumba enorme con un inscrito en el que hablaba de la muerte de una amada esposa de 32 años, firmada por su marido. A la vez, se podía ver el rostro esculpido en piedra de la mujer, con una mirada puesta en la lejanía, como esperando algo que tarde o temprano llegaría. Puede que eso que esperara fuera la llegada de su marido, que no tardaría en aparecer , pues se podía leer justo al lado, con letra en formato diferente, el nombre y los apellidos del esposo, que murió dos años después que su mujer.

Otra tumba es de un chico joven que, aunque no lo pone, mi abuela me contó su historia: era un veinteañero que fue injustamente tiroteado por policías de paisano en la época de Franco, por considerarle sospechoso de un crimen que en realidad, y lo descubrieron después, nunca cometió.

Imaginaos: vienen dos personas con traje de paisano y con un arma cada uno y llaman a la puerta de tu casa. Abres la puerta y te encuentras esta imagen ¿Tu primera reacción? Pues cerrar la puerta a toda pastilla ¿Qué si no? Pues eso hizo el chico y, la policía lo consideró razón suficiente para tirotear la puerta, a él también y llevarlo a comisaría desangrándose por el camino. Lo pienso y me dan escalofríos.

Suena extraño decir que existe un nicho considerado como "favorito". Pero yo ya lo tengo. Normalmente en las placas se pone el nombre y los apellidos del difunto, o los apellidos de la familia si se trata de uno familiar; la fecha de la muerte de los miembros de forma opcional, etc. Hay uno con una única inscripción: "Tata". Ni nombres ni fechas ni gaitas: Tata. Aunque el nombre era simple y sin detalles, notaba que había sido creado con todo el cariño del mundo. Puede que fuera una de esas abuelas que en el fondo, era abuela de todos, incluso de aquellos que no eran sangre de su sangre.

Salí de allí con la extraña sensación de haber vuelto de un mundo paralelo. Había entrado en la parte íntima de muchas personas difuntas y de sus familiares. Era como ver más allá de sus caras de fortaleza habituales cuando cruzan una calle o van con prisas a la oficina. Un lado que todos, ricos, pobres, mujeres, hombres, guapos, feos tienen en común.