Estoy en el asiento trasero del coche
de mi padre. Tengo 10 años. El sol se pone en el mar. Las incesantes
curvas de la carretera normalmente me marearían. Pero, a diferencia
de otras veces, no me atacan, sino que me mecen con ternura. Vuelvo
de casa de un familiar ¿Un primo? ¿Mi abuela? No me acuerdo.
Mi padre insiste en que cierre la
ventanilla. Pero, cómo si fuese una vil pecadora, abro una rendija,
saboreando el fresco aire, que me seduce hasta límites
insospechados.
Veo hierba seca. Se ondula con el suave viento. Me pregunto dónde
estoy. Veo algunas casas: viejas, separadas; una en cada curva, haciendo autostop. El Sol sigue con su reverencia, dónde suele haber nubes. Pero hoy no. Hoy es
un gran atardecer. Normalmente los atardeceres me
hacen llorar. Hoy no.
Mi madre habla con mi padre. Mi padre la escucha por encima y a veces la interrumpe para comentar los sucesos del camino. Para mí son sonidos lejanos. Conversaciones
aburridas que poco tienen que ver conmigo. Un leve zumbido, imperceptible pero quizás necesario.
El polvo del coche crea una dulce
danza. Cada mota de polvo me observa. Miro los pequeños copos y los
saludo ¿Cómo están pequeños? ¿Bailamos esta dulce consonancia de
verano?
Cojo mi mano derecha y mi mano
izquierda cómo si fueran los miembros de una pareja y comienzan a
danzar y a sobrevolar las nubes. Lo único que separa mis manos del
cielo es un empañado cristal, que se tiñe de color naranja,
intentado ser fiel a mi infinito particular.
Apoyo mi cabeza en el asiento y observo
cómo mis manos siguen danzando. La danza de la vida, de hacer
posible lo imposible. Sonrío. Por alguna extraña razón, creo que
es la tarde perfecta. De fondo, suena Mrs Robinson.
2 chispas coloridas:
me da miedo el perro de mirada sospechosa, jejeje, en serio, genial canción, genial texto, genial tu. un beso
pd.: no sabías que tenías un blog, ya tienes un nuevo fan ;)
Muchas gracias. :)
El mensaje de "si no comentas..." lo voy cambiando. Hace un mes y algo tenía una molécula chupasangre. Intimidaba lo suyo. XD
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