Cuando
tenía 10 años, me perdí en el monte ese que puedes divisar desde
la azotea de tu casa, el de los pinares secos. Recuerdo que corrí
entre los árboles por mero aburrimiento y cuando me di la vuelta, ya
no veía a mis padres y tampoco recordaba el camino de regreso. Por
no ver, no veía ni el sendero por el que se supone que tendrían que
pisar mis pies. En vez de quedarme quieto y esperar a que me
encontraran, seguí caminando lo que se supone que había caminado,
con la esperanza de ver algo conocido. A pesar de que la situación
podía ser algo tensa, yo extrañamente permanecía muy tranquilo.
Después
de estar perdido durante un par de horas, encontré a una joven que
contemplaba algo entre la hierba. Ella era pálida como la nieve
y el Sol se reflejaba en su piel de manera que parecía que tenía
luz propia. Permanecía agachada, como ausente. Sin esperármelo,
de pronto se levanta y me mira, con sus ojos azules como el hielo y una sonrisa
tan cálida como esa melodía de piano que suena cada mañana desde
la casa de tus vecinos.
-¿No
es maravillosa?
-¿El
qué?
Señaló
entre la maleza. Había un montón de hierbajos.
-No
veo nada.
-Flor....
Así
lo dijo. Sin un artículo que lo apoyara, sin una descripción que lo
sustentara. Ahora ya la veía: era la flor más raquítica que había
visto: muy debilucha y fea, con unos pétalos oscurecidos, aún no se
había abierto siquiera. Y no pintaba bien que fuera a mejorar cuando
lo hiciera. En cambio, a mi alrededor habían muchas hermosas flores
abiertas, mucho más vistosas y grandes. Esas sí que valían la
pena.
Yo
tenía la manía de ser a esa edad muy bruto, sobretodo cuando no
entendía algo, haciéndome el enterado para que se atisbara mi
coherencia a la hora de formular argumentos:
-¡Bah,
esa cosa es feísima! ¿No ves la cantidad de flores que hay en
comparación? Yo que tú, hasta la arrancaba: está poniendo feo el
paisaje.
De
repente, su sonrisa se apagó. Una vela apagada. Me miró fijamente,
con una pena que pesaba el alma. Y de sus ojos brotó sangre.
Lloraba
y a su vez sus ojos comenzaron a condenar. Creo que la había
ofendido. ¡Pobre de mí! ¡Esa tipa estaba loca!
La
primera gota de sangre que cayó de sus ojos formó un fuego
inflamable y sobrenatural. La hierba empezó a prender y a extenderse
con una velocidad abismal. Sus ojos, totalmente blancos ahora, sin
una pupila que definiera hacia qué miraba, seguían expulsando ese
líquido mártir carmesí. Y cuando la cosa no podía ponerse peor,
comenzó a girar sobre sí misma. Más rápido. Más rápido. Más.
Mientras giraba, gotas de sangre eran expulsadas como si de un
aspersor se tratara. Gota que tocaba, gota que incendiaba. Y el cielo, el cielo que era azul claro...se tiñó del color de las llamas.
Los
pájaros de los alrededores, en vez de huir, comenzaron en bandadas a
formar un círculo a su alrededor envolviéndola en esta danza
cíclica infernal.
Ahora las lágrimas brotaban de mis ojos, saladas
y transparentes.
-¿Por
qué haces esto?- chillé asustado.
Entonces,
paró en seco. Y las llamas pararon su movimiento en seco también,
como si el tiempo se detuviera.
-Dijiste
que la arrancara.
-La
flor, no yo.
Ella
ladeo la cabeza a modo de incomprensión. Todos los pájaros que
había a su alrededor se posaron en los árboles cercanos y giraron
también su cabeza, con sus picos dirigidos a mí. Cientos de pájaros juzgándome. Miré a la
asquerosa flor. Esa maldita, fea, miserable... ¿Qué le estaba
brotando del centro de ese raquítico capullo sin abrir? ¡Lágrimas!
Lágrimas cristalinas. Hoy era un día de lloros. Esa tipa lloraba,
yo lloraba, la flor lloraba....Sin embargo, y no sé por qué pude
llegar a tal determinación, lo supe:
-Yo
soy esa flor.
No
sé si quiero volver a ese monte. No es por temor a volver a
encontrarme a la mujer, ni por el fuego que quedó en el recuerdo de
mis padres como un producto de mi desbordante imaginación infantil.
Es la flor: Algo me impide volver para descubrir en qué se ha convertido una vez
que se ha abierto. Si es que...si es que ha llegado a abrirse alguna
vez.
Probablemente no me creas. Pero te diré una cosa: hubo un tiempo que el cielo era azul. No me mires así. Es verdad. Puede que tú recuerdes siempre el cielo de ese color anaranjado perpetuo. No te culpo: todos lo recuerdan así. Pero te puedo asegurar que hubo un tiempo en que era diferente.
4 chispas coloridas:
Wow!
Dicho.
besos:)
Hubo un tiempo en que...
:-)
CAPÉ: jejeje ¡muchos besos! ^_^
Ultah: ;-)
De lo mejor que he leído tuyo, sin duda.
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