jueves, 3 de diciembre de 2009

Zapatitos.

La pequeña niña se sentó al lado del anciano.
-Anciano...¿Por qué?
-...
-¿Por qué tantas vueltas de tiovivo para evitar que estos zapatos se rompan?
-Quizá porque tienes miedo que sin zapatos no podrás caminar.
-Y es así. Sin zapatos, seré una desgraciada, nadie me mirará igual, yo misma me veré desprotegida de todo.
-Mira tus pies. Hay unos zapatos que nadie te los puede arrevatar. Nadie. Esos zapatos eestán en ti. Son los zapatos de la esencia. Y te acompañan. Y esos zapatos esenciales atraen a otros zapatos y te protegen. Son como unos zapatos mágicos.
-Una vez me quité los zapatos y andé por la nieve. hacía mucho frío y me enfermé.
-Pero es que hay muchas soluciones para poder mantener tus pies calientes. Pero no puedes estar tan obsesionada por mantener esos zapatos en buen estado, si se están despedazando. Si tan difícil es mantener esos zapatos contigo, quizás es que esos zapatos no deben estar contigo. Si unos zapatos te impiden caminar, quizá es que el destino de esos zapatos no es caminar contigo.
-Tienes razón. Además, ya no se agujerean. Los he remendado mucho y me preocupo mucho por ello. Ahora solo me molestan. ¡Pero ellos están bien!
- Para el carro, jovencita. Tan importante es el visitante de tu camino como el estado de los pies de tu camino. ¿No tenías zapatos para mantener los pies confortables?
-Sí..
-Pues has perdido la razón inicial. Sigo sin entender entonces el porqué de tu preocupación.
Treinta segundos de silencio. La niña mira el horizonte. El hombre mira el horizonte. Los cerezos están en flor.
-Gracias, anciano.
-Siempre contigo, pequeña niña.