sábado, 25 de agosto de 2012

Consejos

Ayer fue día de consejos. Me vienen tres a la mente:

"Deja de intentar impresionar a los demás con acciones meritorias o gustos que consideras que van a ser bien aceptados por la gente. ¿Te has preguntado que es lo que te gusta a ti? Pregúntatelo sin miedo y no juzgues tanto la valía de tus apetencias, pues ahí radica el respeto y la honestidad con uno mismo y con los demás". Un amigo  (sabiduría mode on)

"Deja de prolongar las cosas eternamente. La vida es breve. Hoy estamos aquí, mañana nos hemos ido ¿No crees que ya que nuestra estancia es corta, sería bonito al menos vivirla con responsabilidad pero con la mayor alegría posible?". Mi abuela (la adoro)

"Piensas que si das un paso determinado, no habrá esperanza para ser feliz. Pero muchos de los que ahora son muy felices pensaron así en un determinado momento de su vida". Un amigo (muy acertado)

Dicen que los mejores consejos vienen cuando más los necesitas y que los más sinceros son aquellos basados en experiencias propias. Gracias por esas sugerencias que hacen verlo todo un poco más claro. Gracias por el apoyo que hace que pueda coger rumbo a nuevos horizontes. De todo corazón: Gracias. :)


jueves, 23 de agosto de 2012

Cuando el mar se confunde con el cielo



Casi 4 minutos de pura atención.

martes, 21 de agosto de 2012

Cloro, sol y presencia (Primera parte)


Tenía 23 años y se llamaba Noelia. Aprendió a escribir y a leer y después sus manos jamás volvieron a posarse en un lápiz. Pasaba todo el día en el Parque Acuático de su adinerado padre. Éste comprobó cuando su hija tenía 7 primaveras que tenía un don especial: allá dónde estuviera, contagiaba de alegría a los visitantes. Esas personas que pudieron mezclar el frescor del agua con las risas de la pequeña, siempre regresaban.

Su presencia generaba leyenda: pocas no habían sido las personas que se preocuparon por el bienestar de la pequeña y quisieron llevársela de allí. Pero el dinero calla al más charlatán y es capaz incluso de emborronar el código moral más resistente. Creo recordar que al final pusieron como excusa una extraña enfermedad de la que no he oído en ningún otro contexto.

Las cámaras la vigilaban en todo momento; más de una vez algunos habían intentado raptarla o simplemente curiosear sobre su vida. En una ocasión, ya adolescente, dicen que un periodista intentó seducirla para crear un buen reportaje. Todo quedó en papel mojado: fue arrestado y la condena fue dura.

Lo curioso del caso es que su padre la mantenía al margen de todo mal: Su hija debía permanecer en esa burbuja de entretenimiento sin conocer los peligros: ya se encargarían sus protectores a la sombra de frenar cualquier posible escándalo. Para protegerla aún más, lanzaban numerosos rumores sobre su apariencia de forma contradictoria: llegué a oír desde que tenía un cabello dorado hasta que su piel era negra como el carbón y tenía descendencia africana. Después de todo, su madre también era otra mujer sin rostro, que falleció tan pronto dio a luz.

Después de observar pacientemente descubrí de quién se trataba, quién estaba allí siempre; desde que abrían el parque hasta su cierre. Y fui hipnotizado por su embrujo. Es más: no sólo repetí una vez sino que lo que empezó con una visita mensual, se convirtió con el tiempo en una por semana. Podía estar solo una hora, pero si la veía, ya tenía bastante.

La tradición había durado años, desde que tenía unos 10. Crecimos juntos, pero separados por la distancia invisible de poder hablar, ya fuera por mi timidez o por su indiferencia. Cuando pude tener coche, ya no tuve que soportar los comentarios jocosos de mis padres, por mi insistencia por volver al parque acuático, aún cuando era invierno.

¿Qué cómo era ya? Pues, su pelo no era brillante como el de las musas de los cuadros renacentistas; tampoco sus ojos eran los típicos de un ángel. Su piel curtida al sol, su pelo estropeado por los hombros y sus ojos azabaches ligeramente enrojecidos le daban una apariencia de lo más humana. Pero su sonrisa...los que presumen de haber conocido personalmente la enigmática sonrisa de La Mona Lisa en el museo son unos pobres ignorantes al no haber conocido el desprendimiento emocional de la chiquilla, que pasado el tiempo, ya no fue tan chiquilla.

Lo que si notaba era algo llamativo pero comprensible a la vez: solía estar sola. No frecuentaba la compañía de otros de una forma muy prolongada. Era muy hiperactiva y saltaba de atracción a atracción, como si fuese la primera vez que pisara ese lugar; era una gacela sin aparente dueño, un colibrí persiguiendo una gota de rocío.

Siempre quise hablar con ella pero sabía que era imposible. El destino y por supuesto su voluntad hizo que fuera viable: ella lo decidió.

Transcurría el mes de agosto y la afluencia de visitantes se había incrementado incluso más que en julio. Como era mi costumbre, volvía al parque: me relajaba ver el optimismo de aquella zona recreativa y de paso, podía echar un vistazo, a ver si la veía. Me preocupaba de que lo mío se estuviese convirtiendo en una obsesión. Pero ya no lo hacía solo por ella: era el ambiente que se respiraba, el ver ese montón de desconocidos olvidarse por un momento de sus problemas para poder experimentar tanto un poco de adrenalina como de una dosis de relax. O eso era lo que me repetía, para acallar mi inseguridad a la hora de valorar mis actos.

Entonces ella se me acercó. Pensé que se trataba de un espejismo. Permanecía recostado en la tumbona que daba a una gran piscina. La silueta dibujada mientras el sol cuidaba su espalda hacía que me resultara muy difícil ver la expresión de su rostro.

Se agachó y se puso a mi altura, mientras yo me incorporaba con cierta perplejidad.

-Eres...¡Eres tú!
Qué parquedad de palabras me salen cuando el nerviosismo se apodera de mí.
Su cándida mirada hizo que mi tensión desapareciera de golpe.
Y fue entonces cuando pude visionar levemente el alcance de sus pensamientos...y jamás podré olvidarlo.

CONTINUARÁ LA PRÓXIMA SEMANA.

sábado, 18 de agosto de 2012

El porqué

El grito desesperado de Janet sobresaltó a todo el local. La joven temblaba e histéricamente miraba hacia el suelo, agarrándose el pelo como si estuviera a punto de arrancárselo de un momento a otro. De pronto, salió corriendo a la calle, dónde no pudo aguantar más y vomitó de manera convulsiva en la acera.

Sus amigos hicieron un amago de ir apresuradamente hacia la puerta para  comprobar que le ocurría, pero Albert se adelantó:
-¿Estás bien?
Janet no contestó.
-¿Te encuentras bien?-insistió.
-No más preguntas.
-¿Disculpa?
-¡No más preguntas!
Janet se puso a llorar, no de forma escandalosa, sino con un ligero gemido, como cuando un gato ha sido abandonado de la camada y empieza a tener hambre.
-Juzgo. Lo juzgo todo. Las pocas cosas que deseo en seguida las pongo en duda. Ya no sé lo que me gusta y lo que no. No entiendo esos términos. No me preguntes si la última película que ví me gustó porque se me hace imposible. Estoy tan obsesionada intentando descomponer cada término para ver si lo entiendo y comprobando todo a ver si mi pensamiento es lo suficientemente lúcido como para poder analizarlo que algo como mis preferencias personales se quedan en un concepto vacío sin respuesta. Ya no siento. Sólo soy alguien en busca de formulaciones éticas.
-¿La ética tiene formulación?
-Tengo tanto miedo. Estoy cansada de intentar definir quién soy. Me siento incapaz dejarme llevar. Sólo puedo definirme como terrible.
-No eres terrible.
-¡No lo sabes! Estoy tan confundida que últimamente he hecho un  montón de cosas horribles por dejarme llevar. Digo lo que la gente creo que quiere que diga. Y no sé si están bien o mal. Veo los acontecimientos como meras escenas y estoy tan pendiente de comprender los detalles con comprobaciones que no soy capaz de sacar un juicio global al respecto. La simple idea de intentarlo hace que piense que no lo voy a lograr. Por lo tanto hace que últimamente mi vida sea de lo más caótica y que haga cosas contradictorias, generando una actitud que hace un par de años habría sido impensable para mí. Analizo cada detalle, por meramente automático que sea para muchos y siempre intento sentir lo que se supone que debería sentir en un momento determinado, generando una actitud robótica y artificiosa. Mi vida es pura tensión constante y de lo único que pienso cuando una emoción auténtica cruza mi mente, es de escapar.
-Pero...¿De qué tienes miedo?
-Hubo una época que creía en Dios. Hasta que llegó un momento que me costó seguir creyendo en él. Hubo una época en la que creía que mis padres y en general los adultos velaban por mí y que sabían más que yo, por lo que me relajé. Pero ahora soy adulta. Soy una adulta con una mente solitaria con un grupo de adultos solitarios y abandonados, que creen no obstante tener un sentimiento de colectividad ilusorio. Mi cerebro está solo. Si alguna vez le pasa algo, no podrán ayudarme. La interpretación de la realidad depende de mí en todo momento. Todo lo que es llamado "entendimiento" es mi mente. ¿Y si falla? ¿Quién va a ayudarme? Estoy sola. Nací sola. Moriré sola. Y sé que estoy mezclando otra vez "realidad" con "interpretación" siendo dos caras de la misma moneda, al hablar de un concepto tal como la soledad ¿Ves lo que te digo? Esto es una locura. A veces solo desearía que alguien me protegiera, que alguien me jurara que todo va a salir bien. No puedo soportar tanta alerta. Ya no puedo juzgarme más. Ya no puedo estar tan pendiente de la mente de los demás hacia mi persona. Estoy cansada de estar obsesionada con mi propio proceso metacognitivo. Estoy muy cansada, muy cansada...- Janet lloró esta vez más desesperadamente.
-Confía en mí.
Janet frenó en seco.
-¿Cómo?
-Confía en mí. No puedo prometerte grandes cosas. Pero solo te diré una cosa: Yo jamás te voy a juzgar.
-¡Todos juzgan, todos juzgan, todos juzgan!-Janet movía de un lado a otro la cabeza-tu interpretación de la realidad genera un procedimiento crítico. Por mucho que busques la objetividad, la objetividad no existe, salvo aquella que tiene una validación compuesta por un grupo grande de personas. Y tampoco sé si esto que estoy pensando es correcto, porque yo dudo de cada idea que cruza mi mente y...
-¡Eh, escúchame! Haré todo lo posible, todo lo que esté en mi mano para no juzgarte nunca.-Albert acercó su cara a la de ella y la miró penetrantemente a los ojos mientras agarraba sus hombros.
-¿Por...por qué harías eso?- a Janet le temblaba el mentón, conteniendo otro torrente de lágrimas próximo.
-Porque...porque te quiero.