jueves, 27 de diciembre de 2012

Pintura en el HUC

Hoy tuve que ir al Hospital Universitario de Canarias (HUC), a que me hicieran unas pruebas.

Los hospitales son sitios a los que les hace falta cierta alegría: hay personas que están de paso, pero muchas otras permanecen durante largos periodos ingresados. En las zonas de pediatría cada vez hay más conciencia de crear un entorno agradable y lo más alegre posible, teniendo incluso una zona de ludoteca en algunos centros. Pero en las demás plantas, muchas veces dista de ser así: a lo máximo  que pueden aspirar la mayoría es a tener un televisor en la habitación.

Cuando la persona está en la transición entre la enfermedad grave y la cura, tienen la oportunidad de poder dar algunos paseos por el recinto. Es entonces cuando pueden beneficiarse de iniciativas como la exposición de pintura que vi.

Es una idea barata (las dos autoras trabajan en el centro hospitalario) y con buen resultado: humaniza un poco un lugar el cual muchos relacionan con el dolor y la enfermedad. Al parecer, no es la primera vez que hacen algo así: han habido otras exposiciones de pintura y fotografía anteriormente. No es lo más frecuente, pero se dan casos.

Los déficits, recortes y problemas que está teniendo la sanidad pública y en concreto este hospital, están vigentes y ni unos cuadros pueden tapar. Pero, al menos, se agradece dar un poco de color a tal situación mientras se sigue en la lucha por que las cosas mejoren. 



PINTURAS DE MELANIA DE LA PAZ.
Contigo, pan y cebolla.
Acrílico sobre lienzo.

Libertad.
Acrílico sobre tabla.

Cautiverio.
Técnica mixta sobre lienzo.

El patio de mi casa es particular.
Acrílico sobre lienzo.


Pasadizo.
Acrílico sobre lienzo.

Aurata.
Acrílico sobre lienzo.

Burbuja.
Acrílico sobre lienzo.

Génesis.
Óleo sobre lienzo.

Estructuras.
Óleo sobre lienzo

Arrumacos.
Acrílico sobre lienzo

Virgen de Candelaria.
Técnica mixta sobre lienzo.


 PINTURAS DE ADELA MACHÍN.
Las Palomas.
Óleo.

Reflejos.
Óleo.

Tarde de lluvia.
 
Óleo.
Mi casita.
Óleo.

Belleza.
Óleo.

Espejo.
Óleo.

Ventana.
Óleo.

Lagarto.
Óleo.

Gato.
Óleo.

Grillo.
Óleo.

Cántaro.
Óleo.

Atardecer.
Óleo.

Marea Baja.
Óleo.

Tan vivo como bello.
Óleo.

Ola.
Óleo .

martes, 11 de diciembre de 2012

re-la-re, re-sol#-re, re-sol-re


Letra de una sencilla canción que escribí en el pasado y que ahora veo como algo anecdótico, algo para el recuerdo. Es lo mejor para todos si quiero avanzar y quiero que mi entorno también prospere.
No me arrepiento de nada, pues todo esto me ha ayudado a comprenderme mejor, a ser más honesta y a valorar las prioridades de mi vida en estos momentos. Y puede que a partir de ahora me centre en otros aspectos que no sean la continua novela rosa en la que se ha convertido mi presente. Prioridades: cultivarme un poco más, tener mayor pensamiento crítico, responsabilizarme algo más de mi futuro.

En la madriguera

Cascarón de lágrimas,
 suspiro de carbón,

a aquel conejo blanco
 le dolía su tiempo.


Él se apresuraba
a una cita con el amor.

Y ella por un capricho
le siguió.


Y en la madriguera se hundió.


Y aunque le dolerá,
el cielo tendrá que esperar.

No regresará,
cuestión del azar (sin turno y sin un as).


Cada paso que ella da
el eco lo consumirá.

No hay nada que reprochar,
 no hay nada que demandar.


Mientras el jamás miraba atrás,
 ella observaba su caminar.

Tesoro, ella quiere entender tu corazón.

Mera excentricidad
el circo que ella hizo desplegar.

Tesoro, el masoquismo estalla en su expresión.

Y en la madriguera se perdió.


Y aunque le dolerá,
el cielo tendrá que esperar.

No regresará,
cuestión del azar (sin turno y sin un as)


Forastera sin razón, 

punto muerto de valor,
golondrinas sin rumbo.

Mirada extraña de desdén,
conformidad en un vaivén,
cuando esas manos se enlazaron
para no volverse a ver. 


Tramando ese inocente plan,
de usarse, pero hacerlo mal;
con la torpeza de un violín
que fue convertido en serrín. 


Y el amargor de aquel licor
en conjunto a esa infusión,
que recicló diez frustraciones
cuando entró en ebullición.


Y aquel cerebro en formol
que ella misma generó,
donde un solo pensamiento
 libra cualquier otra acción.


martes, 4 de diciembre de 2012

El amor más allá del Alzheimer

Este corto me conmovió. Ver que hay personas capaces de amar a pesar de las enfermedades, a pesar de que la persona poco a poco va deteriorándose...
Según Erich Fromm, el amor incondicional es una de las cosas que más anhela el ser humano. También hablaba de que el amor más incondicional que existe es el de una madre por su hijo, pero he visto muchos casos en los que ni esto se da.
 Posiblemente el amor que siente este hombre por su mujer se nutra de recuerdos. Pero también de la necesidad de esta mujer y, cómo no, de esos pequeños gestos mínimos de gratitud.
Pe&Fu Memorias de un corazón from Once Upon a Time on Vimeo.

viernes, 23 de noviembre de 2012

Sal con una chica que no lee (Por Charles Warnke)

Sal con una chica que no lee. Encuéntrala en medio de la fastidiosa mugre de un bar del medio oeste. Encuéntrala en medio del humo, del sudor de borracho y de las luces multicolores de una discoteca de lujo. Donde la encuentres, descúbrela sonriendo y asegúrate de que la sonrisa permanezca incluso cuando su interlocutor le haya quitado la mirada.
 Cautívala con trivialidades poco sentimentales; usa las típicas frases de conquista y ríe para tus adentros. Sácala a la calle cuando los bares y las discotecas hayan dado por concluida la velada; ignora el peso de la fatiga. Bésala bajo la lluvia y deja que la tenue luz de un farol de la calle los ilumine, así como has visto que ocurre en las películas. Haz un comentario sobre el poco significado que todo eso tiene. Llévatela a tu apartamento y despáchala luego de hacerle el amor. Tíratela.


Deja que la especie de contrato que sin darte cuenta has celebrado con ella se convierta poco a poco, incómodamente, en una relación. Descubre intereses y gustos comunes como el sushi o la música country, y construye un muro impenetrable alrededor de ellos. Haz del espacio común un espacio sagrado y regresa a él cada vez que el aire se torne pesado o las veladas parezcan demasiado largas. Háblale de cosas sin importancia y piensa poco. Deja que pasen los meses sin que te des cuenta. Proponle que se mude a vivir contigo y déjala que decore. Peléale por cosas insignificantes como que la maldita cortina de la ducha debe permanecer cerrada para que no se llene de ese maldito moho. Deja que pase un año sin que te des cuenta. Comienza a darte cuenta.

Concluye que probablemente deberían casarse porque de lo contrario habrías perdido mucho tiempo de tu vida. Invítala a cenar a un restaurante que se salga de tu presupuesto en el piso cuarenta y cinco de un edificio y asegúrate de que tenga una vista hermosa de la ciudad. Tímidamente pídele al mesero que le traiga la copa de champaña con el modesto anillo adentro. Apenas se dé cuenta, proponle matrimonio con todo el entusiasmo y la sinceridad de los que puedas hacer acopio. No te preocupes si sientes que tu corazón está a punto de atravesarte el pecho, y si no sientes nada, tampoco le des mucha importancia. Si hay aplausos, deja que terminen. Si llora, sonríe como si nunca hubieras estado tan feliz, y si no lo hace, igual sonríe.

Deja que pasen los años sin que te des cuenta. Construye una carrera en vez de conseguir un trabajo. Compra una casa y ten dos hermosos hijos. Trata de criarlos bien. Falla a menudo. Cae en una aburrida indiferencia y luego en una tristeza de la misma naturaleza. Sufre la típica crisis de los cincuenta. Envejece. Sorpréndete por tu falta de logros. En ocasiones siéntete satisfecho pero vacío y etéreo la mayor parte del tiempo. Durante las caminatas, ten la sensación de que nunca vas regresar, o de que el viento puede llevarte consigo. Contrae una enfermedad terminal. Muere, pero solo después de haberte dado cuenta de que la chica que no lee jamás hizo vibrar tu corazón con una pasión que tuviera significado; que nadie va a contar la historia de sus vidas, y que ella también morirá arrepentida porque nada provino nunca de su capacidad de amar.

Haz todas estas cosas, maldita sea, porque no hay nada peor que una chica que lee. Hazlo, te digo, porque una vida en el purgatorio es mejor que una en el infierno. Hazlo porque una chica que lee posee un vocabulario capaz de describir el descontento de una vida insatisfecha. Un vocabulario que analiza la belleza innata del mundo y la convierte en una alcanzable necesidad, en vez de algo maravilloso pero extraño a ti. Una chica que lee hace alarde de un vocabulario que puede identificar lo espacioso y desalmado de la retórica de quien no puede amarla, y la inarticulación causada por el desespero del que la ama en demasía. Un vocabulario, maldita sea, que hace de mi sofística vacía un truco barato.

Hazlo porque la chica que lee entiende de sintaxis. La literatura le ha enseñado que los momentos de ternura llegan en intervalos esporádicos pero predecibles y que la vida no es plana. Sabe y exige, como corresponde, que el flujo de la vida venga con una corriente de decepción. Una chica que ha leído sobre las reglas de la sintaxis conoce las pausas irregulares –la vacilación en la respiración– que acompañan a la mentira. Sabe cuál es la diferencia entre un episodio de rabia aislado y los hábitos a los que se aferra alguien cuyo amargo cinismo countinuará, sin razón y sin propósito, después de que ella haya empacado sus maletas y pronunciado un inseguro adiós. Tiene claro que en su vida no seré más que unos puntos suspensivos y no una etapa, y por eso sigue su camino, porque la sintaxis le permite reconocer el ritmo y la cadencia de una vida bien vivida.

Sal con una chica que no lee porque la que sí lo hace sabe de la importancia de la trama y puede rastrear los límites del prólogo y los agudos picos del clímax; los siente en la piel. Será paciente en caso de que haya pausas o intermedios, e intentará acelerar el desenlace. Pero sobre todo, la chica que lee conoce el inevitable significado de un final y se siente cómoda en ellos, pues se ha despedido ya de miles de héroes con apenas una pizca de tristeza.

No salgas con una chica que lee porque ellas han aprendido a contar historias. Tú con la Joyce, con la Nabokov, con la Woolf; tú en una biblioteca, o parado en la estación del metro, tal vez sentado en la mesa de la esquina de un café, o mirando por la ventana de tu cuarto. Tú, el que me ha hecho la vida tan difícil. La lectora se ha convertido en una espectadora más de su vida y la ha llenado de significado. Insiste en que la narrativa de su historia es magnífica, variada, completa; en que los personajes secundarios son coloridos y el estilo atrevido. Tú, la chica que lee, me hace querer ser todo lo que no soy. Pero soy débil y te fallaré porque tú has soñado, como corresponde, con alguien mejor que yo y no aceptarás la vida que te describí al comienzo de este escrito. No te resignarás a vivir sin pasión, sin perfección, a llevar una vida que no sea digna de ser narrada. Por eso, largo de aquí, chica que lee; coge el siguiente tren que te lleve al sur y llévate a tu Hemingway contigo. Te odio, de verdad te odio.


Este relato me hizo pensar: Limpiando toda ironía,  la intencionalidad del autor (como ya se ha visto) es dar a entender que es preferible una chica que exija una vida con intensidad y significado, que sepa descifrar lo que esconden las palabras, las miradas, las acciones; aunque ello implique que sea más difícil mantener una relación e incluso conseguirla por parte del chico. Pues de la otra manera, existiría un desinterés y aplanamiento existencial no solo por parte de la chica que no lee, sino por parte del chico mismo, que con cierta arrogancia, mueve los hilos de los acontecimientos de una historia que ya escribió antes de dar el primer beso.

Pero, centrándonos en el papel que interpreta en el relato, la persona considera que lo máximo que puede aspirar es a tener una chica conformista y ciega a las señales, pues es cómodo, seguro y alcanzable.

Él pone dos opciones: la chica que lee y la chica que no lee, con su perspectiva particular de cómo es cada una. Pero yo doy otra opción: la chica que actúa como la chica que no lee pero que se da cuenta de lo que está pasando, no tanto como la chica que lee como con el autor del relato. Eso sí que debe ser duro: esa chica que con su falda perfectamente planchada, su perfume cuidadosamente bien situado y su sonrisa complaciente, espera a que un chico la manipule y le venda sucedáneos de cariño, mientras ella ve como arquea las cejas, posiblemente pensando en lo fácil que ha sido todo, el gran poder que tiene en sus manos. Esa chica que se da cuenta de cómo los dedos de él pasan por su espalda valorando una mercancía de reserva, sintiéndose ella una lata de conservas: alimento para el cuerpo desprovisto de  creatividad y entusiasmo; un recurso por precariedad.

Es duro ver a una chica que por inconsciencia, se ha conformado con lo que le han dado, siendo su vida un conjunto de sucesos esperables carentes de sentimiento auténtico, pero más duro es ver a una chica que sabe que vive un bosque de árboles de cartón, asimilando que no podrá respirar aire puro. Porque al menos el autor puede hacer y deshacer: él tiene las riendas y el conocimiento de lo acontecido. Pero en este caso, ella ni eso: bajando la cabeza, debe fingir que no se está enterando de nada o, simplemente, lo acepta. Está a la espera, con los puños apretados y la mirada paciente.
La inconsciencia es dura a ojos externos y a padecimiento interno indescifrable a la corta y a la larga. La consciencia no revelada o resignada es dura y además, embota, apelmaza y con el tiempo, produce un ataque de tos que vete a saber cómo acabará.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Asentir.


La ausencia de esos ojos...que nunca se perdieron, pues jamás estuvieron presentes.
La mente tartamudea, los segundos caricaturizan un triste vals.
Y mientras el cielo se apaga, sobre la sal se tapan heridas, que todos saben que resurgirán a la luz del amanecer.
Y tirar sangre al río resulta la opción más sensata. Pero también puede vagar lejos de miradas y sí de entrañas, mientras se coge la dosis exacta de belladona; medicina y veneno cantando una dulce nana con la luz apagada.
Dejar de ser columna sin rostro, pilar sin suelo. Dejar de ser parte de, para empezar a ser templo. Ser águila y volar lejos. Dónde por fin empiece a sonar un bolero y que una sombra y mi índice dibujen en la arena "nuestro".

martes, 30 de octubre de 2012

Hopefuland

Bienvenidos a Hopefuland, una urbanización donde hay hermosas casas blancas de teja, cada una con un acogedor jardincito abierto. Todos los vecinos se conocen entre ellos. y con un gesto de sus cabezas, expresan saludos y deseos. No hay barbacoas comunitarias en este lugar, pero sí hay carne en el asador. Aunque pocos son capaces de dar la vuelta a su parte, hasta que el olor a quemado acabará en el futuro siendo cenizas.
Vidas entrecruzadas, como las líneas de una pista de hielo. En el que, sin saberlo, cada uno sabe bien como se siente el otro. Rayones superpuestos en un folio en el que, borrar un trazo inconexo implicaría deshacerse de siete inocentes.
Cuando llega el anochecer, todos pasean a sus mascotas, mermada excusa que se destapa por esos pedacitos de papel que aparecen en una mano estrechada. Mensajes que nacieron arrugados, crecieron mojados y morirán del mismo modo que vinieron.
Y mientras los cables de teléfono chisporrotean entre vivienda y vivienda, los niños ríen por esos silencios incómodos en las calles a las 12 del mediodía, inconscientes de que lo que se entre lee en esas puertas cerradas no es resentimiento: es amor impotente.

lunes, 8 de octubre de 2012

Conduzco, conducida y simplemente conducir.

Aprender es maravillarse, que lo planificado se rompa; que tus esquemas se desbaraten como un ovillo de lana tras el fisgoneo de un gato; teniendo que reconstruirlos de forma diferente a la inicial, donde la creatividad y el juego también lo enriquezcan. Muchas veces son las emociones las que hacen que tu inquietud se mueva. Pero sobre todo, la apertura al medio es importante. Olvidarse, aunque sea por unos instantes, de tu identidad, de esa palabra que te define y todo lo que hay detrás; de tus ideas conscientemente preconcebidas. Lo que nos hace cambiar son esas sorpresas que vienen muchas veces de fuera, que remueven nuestro fuego interno y que nos van mutando, casi sin darnos cuenta a veces. Cuando estamos tan agarrados a nosotros mismos, intentando siempre aportar sin escuchar las novedades de nuestro exterior, no hay cambios.

Sé de personas que, cuando escuchan palabras diferentes a las que tienen ellos mismos, levantan una ceja y cierran su mente; calificándolo todo como "raro", "envidiable", "diferente", tapiando sus pupilas. He visto personas que hablan de la inexistencia de un animal, mientras 10 de ellos se contonean a su alrededor.

Estoy atascada en una época determinada. Llegó un momento en el que dejé de aprender grandes cosas, quedándome con parcialidades que raspan un poco la madera vieja, dejando un suave serrín y una forma en el tronco totalmente indeterminada, pero no muy perceptible. En el que asistía a las clases para hacer acto de presencia, pero que los conocimientos pasaban por mi cerebro como el soplo de un niño a una duna. En el que las reflexiones mías iban en círculo, repitiéndose continuamente de forma obsesiva y sin resolución.

Algunos dicen que es debido a la edad, a que a partir de unos años, no hacemos grandes cambios, sino simplemente son aplicaciones extra que hacemos a una infraestructura ya forjada. Pero yo creo que hay alguna razón más aparte de todo eso. Había algo que me impedía avanzar.
Buscaba además personas que me dieran la razón. Que asintieran con los párpados, mientras su cuello se acercaba ligeramente para estar más cerca del sonido de mis palabras. Orgullo vacío por mi parte. Un juego  en el que a la larga no había vencedores, solo vencidos.

Sin embargo, de la noche a la mañana, me veo sin la posibilidad de aportar cosas nuevas. Y es como si sintiera que esos pensamientos que en su momento sabían a paraíso, ahora son pura fruta podrida. Que reproduzco algo que me teletransportó al éxtasis del entendimiento en el pasado, pero que ahora solo son sorbos de una bebida que me provocará indigestión en cuanto termine la cena.


Han pasado por mi vida últimamente una multitud de personas con unas vidas y unas experiencias muy diferentes a las mías. Una forma de ver la vida que jamás se me había pasado por la cabeza. Y, en vez de alejarme con la excusa de "están a otro nivel" o martirizarme con comparaciones constantes, como si la situación de cada individuo fuera inamovible; lo único que deseo ahora es sentir y adentrarme en su forma particular de ver las cosas, pues algunas de esas ideas me atraen de sobremanera y mi ignorancia solo es el punto de partida para un camino arqueológico apasionante.

Sin embargo, me veo en la imposibilidad de devolverles el favor. De repente, nada de lo que hago parece verdaderamente importante, al menos para mí. Lo de los demás me parece puro relieve y lo mío, tabla rasa. Soy una maniática de la equidad, los que me conocen, lo saben.

¿Y si por un momento paso de la equidad, del tú y el yo y, como principio del descubrimiento básico, disfruto fascinándome por un mundo más grande y más complejo del imaginado, dejando que mi actitud vuele y me sorprenda tanto como esos acontecimientos, pensamientos o conductas con los que me cruzo?

Puede que dicha propia actitud constituya un aprendizaje que se nutre de sí mismo. Dejar de controlar y milimetrizar el tributo verbal personal. Imagino que es como el humor: la mejor manera de expresar un comentario ingenioso es sentir y apetecer decirlo porque en ese mismo presente verdaderamente lo es para ti.

Otra cosa que me asusta es de acabar siendo un calco de otra persona, por rechazar todo lo que soy. Pero...el interior siempre se impone, en cuanto la pregunta "¿Qué siento?" y después "¿Qué pienso?" (siempre por ese orden) salen del cajón. Una persona me dijo que esa era una brújula muy buena para ir avanzando en muchos aspectos. No agarrarse a esos términos, pero comparar y recurrir a ellos de vez en cuando. Así transformas y te transformas. ¿Sentido común, dices?

martes, 2 de octubre de 2012

Arrepentirse no es suficiente

Haciendo daño a las personas que más ha querido en su vida, pues el dolor de desencantarlas era mayor que el valor de decir una verdad incómoda. Y por miedo a una palabra equivocada, provocó mil lágrimas derramadas.

Hablo de esa chica que sueña con un príncipe azul. Me refiero a esa chica que ata bien fuerte su corsé...y por la noche necesita quitárselo y gritar en la torre más alta del castillo que sus entrañas están siendo abrasadas.

Se puso una venda en sus ojos el mismo día que puso una de seda al resto de personas que quería por encima de sí misma. Y acabó provocando odio a terceros, que sin entenderlo o quizás entendiéndolo demasiado, señalaron su espalda pero acartonaron su sonrisa; quizás imitando el gesto que ella misma ejercitó en algún momento.

Encerrándose en su habitación, se abalanzó a un peluche de su cama, ese de ojos inertes; que sin tener una gota de sangre en sus venas, proporciona una suavidad compensatoria, de esas que hacen llorar lágrimas sin sabor, sin olor.

Un día, se quitó sus zapatos de tacón y descalza buscó varias águilas. Su intención: mandar mensajes a todos aquellos a los que había atravesado el pecho, para otorgarles una medicina que ella misma se esforzó en crear. Pero un agujero hecho siempre tiene cicatriz, pérdida de sangre y en muchas ocasiones, una muerte sin retorno. Pudo ver a través de muros de cristal insoldable a personas que construían su paraíso. Y sonrío aliviada. Vio personas con mirada serena pero con una palma que advertía distancia. Y ella asintió.

Entonces...empezó a nevar. Y ya no sabía hacia dónde mirar. Estaba rodeada de muros de cristal. Y allá hacia dónde caminara, siempre se golpeaba con alguno. Sólo había un camino sin impedimento: uno que le llevaba a un lugar en dónde no se veía nada, más que niebla. Pero tendría que caminar hacia allí. Confiando en algo más que en sus sentidos: En el juicio y asertividad de sí misma. Y rezar para no volver a equivocarse. No en ese sentido.

Sus pisadas quedaron marcadas por mil lunas, aunque tempestades nórdicas se abalanzaron sobre ellas. Si sigues su rastro oirás tarde o temprano un cántico: una canción que habla de tiempos mejores, de margaritas que crecen en el hielo y de nubes que se pierden en la inmensidad del arco iris. Es la manera que tiene de seguir adelante. Su combustible para seguir caminando. Hacia esa niebla que no termina...pero que se va disipando tan pronto la zona turbulenta se cruza con las puntas de sus pies.

lunes, 17 de septiembre de 2012

I'm Here: información e impresión personal.

Spike Jonze ha sido director de películas como  Being John Malkovich  o Adaptation,  películas que me gustaron mucho.
En el 2010 salió a la luz I'm Here: un mediometraje protagonizado por Andrew Garfield ( Boy A, The Amazing Spider-Man) y con una música y una forma de narrar los acontecimientos muy acertadas.

La sinopsis es simple: La historia de amor entre un robot con una vida rutinaria y sumisa y una robot con una vida llena de improvisación y rebeldía. 
Está disponible para ver online, ya sea desde su página web (dónde encontraréis algunas cosillas extra curiosas) a través de youtube, que tiene subtítulos en español. 

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Una vez visualizado, daré mi opinión personal al respecto (AVISO: EN ESTA OPINIÓN HAY MÁS SPOILERS QUE MOSCAS HAY EN UNA PARRILLADA DE PESCADO).


El desarrollo transcurre de tal manera que a medida que avanza la historia podemos ir intuyendo como va a acabar. Y peca de algunas incoherencias. Sin embargo, su exposición está llena de matices que hacen que la historia se enriquezca y que incluso podamos captar cierta complejidad, más allá de lo aparente. Imágenes significativas, escenas emotivas, miradas androides más vivas que los propios seres vivos...la fórmula funciona, con sus más y sus menos, pero funciona.  

En un primer momento, sentí una cierta antipatía por la robot protagonista y por su pasividad ante el sacrificio del protagonista. Aunque se hacía derogar por la ayuda de éste, cuando la aceptaba, no sentía una preocupación clara por hacer que él volviera a condiciones más o menos adaptables. Esta falta de consideración me hizo hervir la sangre. Quizás porque me había encariñado con Sheldon (sí, el nombre es el mismo que el de The Big Bang Theory, yo también lo pensé) y no podía soportar como iba perdiendo partes de su cuerpo de esa forma. No obstante, después de una segunda visualización, comencé a ser más considerada con su compañera sentimental. E incluso me vi en ciertos aspectos reflejada. 

Los robots eran tratados de una forma muy despectiva y casi sin derechos, siendo su sufrimiento ignorado. Ante una situación de este calibre, hay dos formas de afrontarlo: o agachar la cabeza e intentar aguantar esta carga o rebelarse. El problema de Francesca es que sus ganas de hacerse notar y de sentirse viva no iban ligadas a la responsabilidad de cuidar de sí misma. Muy significativa la escena en la que pega esos carteles con el rótulo "I'm here". 


Francesca (es el nombre que pone en la Wikipedia, pero yo no me fijé en que mencionaran su nombre) es soñadora e irradia de frescura lo que toca. Fue una revelación para el cumplidor y sobrio Sheldon, que poco a poco intentó meterse en el círculo de ella, aunque las razones eran claras: él estaba en ese mundo porque ella estaba en ese mundo. Su mundo giraba alrededor de su amor. La creatividad que iba forjando tenía el nombre de su amada impreso en letras luminosas. Es por ello que ella sí le aportó a Sheldon muchísimo: le aportó otra forma de vivir. Simpática la escena en la que le decoró la casa de Sheldon con animalitos de colores.

Lo que pasa es que la "chica" no es tan sacrificada como Sheldon a la hora de demostrar su amor: tenían formas diferentes de expresión. La vida le había enseñado a la robot a ser algo egoísta si quería alcanzar la felicidad. Y Sheldon siempre había estado al servicio de los demás, desde el principio hasta el final. De esta manera pude entender un poco más a ambos y no ser tan dura con sus actos, aunque quiero pensar que después de todo lo ocurrido, al final la fémina cibernética empezaría a replantearse optar por una posición en el que sus ganas de brillar no impliquen un cortocircuito. 


Hay algunas incongruencias, como la necesidad de sacrificio ¿No habían piezas de recambio disponibles por ahí? ¿Era necesario tener que sacrificarse de esa manera y dejarlo estar? Quizás un recambio alternativo hubiese quedado menos dramático, pero no puedo evitar planteármelo. A su vez, también me llama la atención la manera tan brusca de perder las extremidades. Vale, no se cuidaba. Pero, la parte en la que perdió la pierna, me pareció inverosímil  ¿Dónde se metió la pierna? No puede desaparecer así, de la nada. Así, pues algunas partes quedan un pelín forzadas y eso hace que mi valoración mengüe un poco. 



Pasando a un nivel ególatra (no podía faltar este punto XD) me he dado cuenta que me siento identificada con ambos personajes. Soy un poco como Sheldon a la hora de asumir el papel que me ha tocado vivir dependiendo las características que la gente asume que me corresponden y que hay evidencias de que podrían estar en lo cierto, pero a la vez tengo esos ramalazos de pronunciamiento (algunos francamente muy excéntricos) propios de Francesca. Intento preservar más mi bienestar personal pero admito que si no tuviera esas salidas en las que mi mente y mis actos vuelan, moriría en vida. Alguna vez me he sentido como un robot en un mundo de humanos. Y como yo, mucha gente seguramente ha sentido lo mismo. 

Nota final: 7,5

lunes, 3 de septiembre de 2012

¿Diana?

Ese galope que ningún mamífero puede proporcionar. Esa fuerza de lluvia que hace temblar la tierra. Esos acantilados en dónde jamás se ve el final. Esas águilas cuyo sonido es demasiado majestuoso para poder ser oído por ningún ser conocido. Aquel canto que ningún violín podrá contener. Aquella pisada que marca el principio y el final del camino. Concretizar los entresijos de tu intencionalidad es necesario. Sin embargo, al simplificarla omites muchos matices. No obstante, hay algo que es seguro: los girasoles tienden a buscar el Sol.

sábado, 25 de agosto de 2012

Consejos

Ayer fue día de consejos. Me vienen tres a la mente:

"Deja de intentar impresionar a los demás con acciones meritorias o gustos que consideras que van a ser bien aceptados por la gente. ¿Te has preguntado que es lo que te gusta a ti? Pregúntatelo sin miedo y no juzgues tanto la valía de tus apetencias, pues ahí radica el respeto y la honestidad con uno mismo y con los demás". Un amigo  (sabiduría mode on)

"Deja de prolongar las cosas eternamente. La vida es breve. Hoy estamos aquí, mañana nos hemos ido ¿No crees que ya que nuestra estancia es corta, sería bonito al menos vivirla con responsabilidad pero con la mayor alegría posible?". Mi abuela (la adoro)

"Piensas que si das un paso determinado, no habrá esperanza para ser feliz. Pero muchos de los que ahora son muy felices pensaron así en un determinado momento de su vida". Un amigo (muy acertado)

Dicen que los mejores consejos vienen cuando más los necesitas y que los más sinceros son aquellos basados en experiencias propias. Gracias por esas sugerencias que hacen verlo todo un poco más claro. Gracias por el apoyo que hace que pueda coger rumbo a nuevos horizontes. De todo corazón: Gracias. :)


jueves, 23 de agosto de 2012

Cuando el mar se confunde con el cielo



Casi 4 minutos de pura atención.

martes, 21 de agosto de 2012

Cloro, sol y presencia (Primera parte)


Tenía 23 años y se llamaba Noelia. Aprendió a escribir y a leer y después sus manos jamás volvieron a posarse en un lápiz. Pasaba todo el día en el Parque Acuático de su adinerado padre. Éste comprobó cuando su hija tenía 7 primaveras que tenía un don especial: allá dónde estuviera, contagiaba de alegría a los visitantes. Esas personas que pudieron mezclar el frescor del agua con las risas de la pequeña, siempre regresaban.

Su presencia generaba leyenda: pocas no habían sido las personas que se preocuparon por el bienestar de la pequeña y quisieron llevársela de allí. Pero el dinero calla al más charlatán y es capaz incluso de emborronar el código moral más resistente. Creo recordar que al final pusieron como excusa una extraña enfermedad de la que no he oído en ningún otro contexto.

Las cámaras la vigilaban en todo momento; más de una vez algunos habían intentado raptarla o simplemente curiosear sobre su vida. En una ocasión, ya adolescente, dicen que un periodista intentó seducirla para crear un buen reportaje. Todo quedó en papel mojado: fue arrestado y la condena fue dura.

Lo curioso del caso es que su padre la mantenía al margen de todo mal: Su hija debía permanecer en esa burbuja de entretenimiento sin conocer los peligros: ya se encargarían sus protectores a la sombra de frenar cualquier posible escándalo. Para protegerla aún más, lanzaban numerosos rumores sobre su apariencia de forma contradictoria: llegué a oír desde que tenía un cabello dorado hasta que su piel era negra como el carbón y tenía descendencia africana. Después de todo, su madre también era otra mujer sin rostro, que falleció tan pronto dio a luz.

Después de observar pacientemente descubrí de quién se trataba, quién estaba allí siempre; desde que abrían el parque hasta su cierre. Y fui hipnotizado por su embrujo. Es más: no sólo repetí una vez sino que lo que empezó con una visita mensual, se convirtió con el tiempo en una por semana. Podía estar solo una hora, pero si la veía, ya tenía bastante.

La tradición había durado años, desde que tenía unos 10. Crecimos juntos, pero separados por la distancia invisible de poder hablar, ya fuera por mi timidez o por su indiferencia. Cuando pude tener coche, ya no tuve que soportar los comentarios jocosos de mis padres, por mi insistencia por volver al parque acuático, aún cuando era invierno.

¿Qué cómo era ya? Pues, su pelo no era brillante como el de las musas de los cuadros renacentistas; tampoco sus ojos eran los típicos de un ángel. Su piel curtida al sol, su pelo estropeado por los hombros y sus ojos azabaches ligeramente enrojecidos le daban una apariencia de lo más humana. Pero su sonrisa...los que presumen de haber conocido personalmente la enigmática sonrisa de La Mona Lisa en el museo son unos pobres ignorantes al no haber conocido el desprendimiento emocional de la chiquilla, que pasado el tiempo, ya no fue tan chiquilla.

Lo que si notaba era algo llamativo pero comprensible a la vez: solía estar sola. No frecuentaba la compañía de otros de una forma muy prolongada. Era muy hiperactiva y saltaba de atracción a atracción, como si fuese la primera vez que pisara ese lugar; era una gacela sin aparente dueño, un colibrí persiguiendo una gota de rocío.

Siempre quise hablar con ella pero sabía que era imposible. El destino y por supuesto su voluntad hizo que fuera viable: ella lo decidió.

Transcurría el mes de agosto y la afluencia de visitantes se había incrementado incluso más que en julio. Como era mi costumbre, volvía al parque: me relajaba ver el optimismo de aquella zona recreativa y de paso, podía echar un vistazo, a ver si la veía. Me preocupaba de que lo mío se estuviese convirtiendo en una obsesión. Pero ya no lo hacía solo por ella: era el ambiente que se respiraba, el ver ese montón de desconocidos olvidarse por un momento de sus problemas para poder experimentar tanto un poco de adrenalina como de una dosis de relax. O eso era lo que me repetía, para acallar mi inseguridad a la hora de valorar mis actos.

Entonces ella se me acercó. Pensé que se trataba de un espejismo. Permanecía recostado en la tumbona que daba a una gran piscina. La silueta dibujada mientras el sol cuidaba su espalda hacía que me resultara muy difícil ver la expresión de su rostro.

Se agachó y se puso a mi altura, mientras yo me incorporaba con cierta perplejidad.

-Eres...¡Eres tú!
Qué parquedad de palabras me salen cuando el nerviosismo se apodera de mí.
Su cándida mirada hizo que mi tensión desapareciera de golpe.
Y fue entonces cuando pude visionar levemente el alcance de sus pensamientos...y jamás podré olvidarlo.

CONTINUARÁ LA PRÓXIMA SEMANA.

sábado, 18 de agosto de 2012

El porqué

El grito desesperado de Janet sobresaltó a todo el local. La joven temblaba e histéricamente miraba hacia el suelo, agarrándose el pelo como si estuviera a punto de arrancárselo de un momento a otro. De pronto, salió corriendo a la calle, dónde no pudo aguantar más y vomitó de manera convulsiva en la acera.

Sus amigos hicieron un amago de ir apresuradamente hacia la puerta para  comprobar que le ocurría, pero Albert se adelantó:
-¿Estás bien?
Janet no contestó.
-¿Te encuentras bien?-insistió.
-No más preguntas.
-¿Disculpa?
-¡No más preguntas!
Janet se puso a llorar, no de forma escandalosa, sino con un ligero gemido, como cuando un gato ha sido abandonado de la camada y empieza a tener hambre.
-Juzgo. Lo juzgo todo. Las pocas cosas que deseo en seguida las pongo en duda. Ya no sé lo que me gusta y lo que no. No entiendo esos términos. No me preguntes si la última película que ví me gustó porque se me hace imposible. Estoy tan obsesionada intentando descomponer cada término para ver si lo entiendo y comprobando todo a ver si mi pensamiento es lo suficientemente lúcido como para poder analizarlo que algo como mis preferencias personales se quedan en un concepto vacío sin respuesta. Ya no siento. Sólo soy alguien en busca de formulaciones éticas.
-¿La ética tiene formulación?
-Tengo tanto miedo. Estoy cansada de intentar definir quién soy. Me siento incapaz dejarme llevar. Sólo puedo definirme como terrible.
-No eres terrible.
-¡No lo sabes! Estoy tan confundida que últimamente he hecho un  montón de cosas horribles por dejarme llevar. Digo lo que la gente creo que quiere que diga. Y no sé si están bien o mal. Veo los acontecimientos como meras escenas y estoy tan pendiente de comprender los detalles con comprobaciones que no soy capaz de sacar un juicio global al respecto. La simple idea de intentarlo hace que piense que no lo voy a lograr. Por lo tanto hace que últimamente mi vida sea de lo más caótica y que haga cosas contradictorias, generando una actitud que hace un par de años habría sido impensable para mí. Analizo cada detalle, por meramente automático que sea para muchos y siempre intento sentir lo que se supone que debería sentir en un momento determinado, generando una actitud robótica y artificiosa. Mi vida es pura tensión constante y de lo único que pienso cuando una emoción auténtica cruza mi mente, es de escapar.
-Pero...¿De qué tienes miedo?
-Hubo una época que creía en Dios. Hasta que llegó un momento que me costó seguir creyendo en él. Hubo una época en la que creía que mis padres y en general los adultos velaban por mí y que sabían más que yo, por lo que me relajé. Pero ahora soy adulta. Soy una adulta con una mente solitaria con un grupo de adultos solitarios y abandonados, que creen no obstante tener un sentimiento de colectividad ilusorio. Mi cerebro está solo. Si alguna vez le pasa algo, no podrán ayudarme. La interpretación de la realidad depende de mí en todo momento. Todo lo que es llamado "entendimiento" es mi mente. ¿Y si falla? ¿Quién va a ayudarme? Estoy sola. Nací sola. Moriré sola. Y sé que estoy mezclando otra vez "realidad" con "interpretación" siendo dos caras de la misma moneda, al hablar de un concepto tal como la soledad ¿Ves lo que te digo? Esto es una locura. A veces solo desearía que alguien me protegiera, que alguien me jurara que todo va a salir bien. No puedo soportar tanta alerta. Ya no puedo juzgarme más. Ya no puedo estar tan pendiente de la mente de los demás hacia mi persona. Estoy cansada de estar obsesionada con mi propio proceso metacognitivo. Estoy muy cansada, muy cansada...- Janet lloró esta vez más desesperadamente.
-Confía en mí.
Janet frenó en seco.
-¿Cómo?
-Confía en mí. No puedo prometerte grandes cosas. Pero solo te diré una cosa: Yo jamás te voy a juzgar.
-¡Todos juzgan, todos juzgan, todos juzgan!-Janet movía de un lado a otro la cabeza-tu interpretación de la realidad genera un procedimiento crítico. Por mucho que busques la objetividad, la objetividad no existe, salvo aquella que tiene una validación compuesta por un grupo grande de personas. Y tampoco sé si esto que estoy pensando es correcto, porque yo dudo de cada idea que cruza mi mente y...
-¡Eh, escúchame! Haré todo lo posible, todo lo que esté en mi mano para no juzgarte nunca.-Albert acercó su cara a la de ella y la miró penetrantemente a los ojos mientras agarraba sus hombros.
-¿Por...por qué harías eso?- a Janet le temblaba el mentón, conteniendo otro torrente de lágrimas próximo.
-Porque...porque te quiero.

viernes, 13 de julio de 2012

Disociación

Ayer se definió como agua y se justificó diciendo:
 No puedes contener agua en una reja, a menos que esta se hiele por completo.
 Hoy se da cuenta que enteramente no es agua y se pregunta:
 Si la parte líquida se separa de la sólida escurriéndose por los barrotes ¿la parte sólida acabará en su encierro transformándose el polvo?

Bisagra


Anoche estuve mirando la puerta del bar continuamente. Esperando que alguien se manifestara. Las posibilidades de que esto ocurriera eran prácticamente nulas, pero no perdí la esperanza ni un segundo. No era una persona en particular pero sabía que si esa presencia abría la puerta del bar, me daría cuenta, lo detectaría al vuelo.
Eché de menos ese ser que podría haber hecho la noche perfecta. Esa persona conocida que sin embargo me cuesta ponerle un rostro definido. Aquella que todos sabemos quién es pero que nadie recuerda el nombre ni el color de su voz. La misma que hizo que cada ondulación de mi pelo se definiera para romper con la jaula de angulosas esquinas. Y entonces... al salir vi mi reflejo de refilón en un vaso. Y lo entendí todo, aliviada.





domingo, 17 de junio de 2012

Admitir

Errores. Demasiados errores.
Me lo merezco. Esta grotesca ciudad holográfica es solo obra mía.
Ahora...tengo que empezar a reconstruir. Intentaré derrumbar el menor número de torres posible.

martes, 5 de junio de 2012

Rodeando el laberinto.


Jorge era un hombre ciego que vivía en un humilde barrio y que, como cada día, daba su paseo matinal. No obstante, la dirección de hoy era diferente a la de otros días: se había enterado, por su hermano mayor Matías, que había una mesa redonda sobre un tema muy interesante. No le había dicho que tema en concreto era. Pero aseguró que la temática era para gente muy intelectual y “conocedora de mundo”. Se mofó de Jorge, diciendo que una mente tan carente de miras (odioso el juego de palabras por cierto) sería incapaz de enterarse ni de una palabra de ese encuentro de opiniones.

Él sabía como llegar al Centro Cultural El Duque, pues se conocía cada posición de los setos y farolas de su entorno cercano y, con ayuda de su bastón y unas meras aproximaciones mentales, no tuvo dificultad alguna.
Una vez en la sala principal, intentó con el bastón buscar la 2ª puerta a la derecha. Había ya asistido un par de veces a ese centro, pero no se acordaba mucho y no le apetecía pegar un par de gritos para que alguien le diera las ceñas necesarias para situarse.

Sus cálculos no fueron los esperados: se tropezó con una mesa. Al tacto se dio cuenta de que encima de ella había algo: auriculares. Varios cascos auriculares inhalámbricos. De fondo podía oír unos murmullos. ¡Realmente no iba tan desencaminado! Simplemente se había desviado un poco hacia la izquierda. Volvió a tocar los aparatos. Curioseando cogió unos y se los puso en los oídos. Le pareció escuchar más claro y alto los murmullos que habían a través de la puerta. ¡Claro! Eran auriculares para no perder detalle de lo que se dijese en la mesa redonda. Cogió unos sin dudarlo.

Abrió la pesada doble puerta y se introdujo discretamente. No le fue difícil encontrar asiento próximo; posiblemente muchos hubiesen preferido ver en un plano más cercano a los asistentes, pero para él eso no era un problema. Le sorprendió que varias personas estaban hablando a la vez. Era difícil de entender. De repente, uno de los presentes levantó la voz por encima del resto:

-¡Voy a decir cosas rimbombantes! ¡Voy a emplear palabras raras que hagan al público enmudecer! Escuchadme, escuchadme. ¡Existo! ¡Existo, miradme, miradme!

Después, su voz se perdió entre la suciedad auditiva permanente.

Jorge frunció el ceño ¿Qué se supone que era todo esto? La voz de una señora fue la que ahora se hizo oír:

-Levanto la cabeza, asiento lentamente mientras escudriño la mirada para darme una porte de entendimiento. Así, así, muy bien. Que parezca que lo estoy escuchando. Me toco el pelo sensualmente para ver si le distraigo un poco. Pestañeo doble por mi parte...¡ajá! Veo reacción en su cara.-la voz de la mujer fue bajando en intensidad hasta perderse entre las demás voces de nuevo.

Jorge no salía de su asombro. Pero estaba deseoso de oír la siguiente voz por encima del resto, cosa que no tardó mucho en presenciar:

-Tengo razón. ¡Vaya que si la tengo! Joder, esto es la puta realidad. La gente es una inconsciente ¿Cómo no se puede dar cuenta de esto? Me dan unas ganas de prenderle fuego a todos esos idiotas que se atreven a llevarme la contraria. ¡Inconscientes, que lo son! A Dios doy gracias por otorgarme esta lucidez que me caracteriza.

El ciego se rascó la cabeza. Pero a su vez sintió un poco de orgullo y amor propio al estar entendiendo lo que se decía. ¿O quizás tenia otro sentido oculto, metafórico o en clave? Puede que las jergas bohemias habían llegado a unos límites de pura incomprensión para él. Siguió prestando atención:

-Tengo miedo a errar con lo que pienso. ¿Cómo debería responder? ¿Y si me vuelvo tonto de golpe? Tengo que demostrarme a mí mismo que mi mente funciona con cordura. Pero, Dios, es tan agobiante esto. Debería centrarme en lo que estoy hablando y no en el proceso de lo que debo pensar para poder hablar. No lo soporto. Me siento tan solo, tan bicho raro. ¿Y si me centrara en ese pensamiento de sentirme bicho raro para una conversación posterior que me hiciese sentirme más acorde mente-palabras? Pero claro, esto que acabo de pensar es un pensamiento que ha tenido un proceso de...¡¡Aaaaaah, por Dios!!

Ahora estaba claro que eso no era una mesa redonda sino una obra de teatro. Tenía que serlo. Pero no había nexo entre los participantes. Parecía como si no se escucharan entre ellos. ¡Qué poca delicadeza! Otra voz sobresalió:

-¿Cómo era esa canción que oí en la radio al venir? Esto...¡Sí, coño! Que lo tenía en la punta de la lengua. Joder, con el plasta ese hablando ahora no me acuerdo. Era algo así como “sorry but I love you, baby...”¡Diablos, no no era así! ¿Por qué la mayoría de las canciones ochenteras y noventeras tienen un “baby” de por medio?

A pesar de lo entendible, el desorden era evidente y el caos interpersonal empezaba a atosigarle. Jorge desisitió de seguir allí y salió de la sala como pudo. Se quitó los cascos y los depositó en la zona dónde estaba situada la mesa. Notó un golpe secó. Tanteó. Había botado los cascos al suelo: la mesa ya no estaba. Volvió a tantear para reencontrar los auriculares. Los cascos...tampoco se encontraban ya.




miércoles, 30 de mayo de 2012

Ventana en noche cerrada

El problema no consiste en que yo mire amaneceres y la otra persona atardeceres. El problema es que no le interese y rechace el Sol.

domingo, 1 de abril de 2012

Difracción


Cuando tenía 10 años, me perdí en el monte ese que puedes divisar desde la azotea de tu casa, el de los pinares secos. Recuerdo que corrí entre los árboles por mero aburrimiento y cuando me di la vuelta, ya no veía a mis padres y tampoco recordaba el camino de regreso. Por no ver, no veía ni el sendero por el que se supone que tendrían que pisar mis pies. En vez de quedarme quieto y esperar a que me encontraran, seguí caminando lo que se supone que había caminado, con la esperanza de ver algo conocido. A pesar de que la situación podía ser algo tensa, yo extrañamente permanecía muy tranquilo.

Después de estar perdido durante un par de horas, encontré a una joven que contemplaba algo entre la hierba. Ella era pálida como la nieve y el Sol se reflejaba en su piel de manera que parecía que tenía luz propia. Permanecía agachada, como ausente. Sin esperármelo, de pronto se levanta y me mira, con sus ojos azules como el hielo y una sonrisa tan cálida como esa melodía de piano que suena cada mañana desde la casa de tus vecinos.
-¿No es maravillosa?
-¿El qué?
Señaló entre la maleza. Había un montón de hierbajos.
-No veo nada.
-Flor....
Así lo dijo. Sin un artículo que lo apoyara, sin una descripción que lo sustentara. Ahora ya la veía: era la flor más raquítica que había visto: muy debilucha y fea, con unos pétalos oscurecidos, aún no se había abierto siquiera. Y no pintaba bien que fuera a mejorar cuando lo hiciera. En cambio, a mi alrededor habían muchas hermosas flores abiertas, mucho más vistosas y grandes. Esas sí que valían la pena.
Yo tenía la manía de ser a esa edad muy bruto, sobretodo cuando no entendía algo, haciéndome el enterado para que se atisbara mi coherencia a la hora de formular argumentos:
-¡Bah, esa cosa es feísima! ¿No ves la cantidad de flores que hay en comparación? Yo que tú, hasta la arrancaba: está poniendo feo el paisaje.
De repente, su sonrisa se apagó. Una vela apagada. Me miró fijamente, con una pena que pesaba el alma. Y de sus ojos brotó sangre.
Lloraba y a su vez sus ojos comenzaron a condenar. Creo que la había ofendido. ¡Pobre de mí! ¡Esa tipa estaba loca!
La primera gota de sangre que cayó de sus ojos formó un fuego inflamable y sobrenatural. La hierba empezó a prender y a extenderse con una velocidad abismal. Sus ojos, totalmente blancos ahora, sin una pupila que definiera hacia qué miraba, seguían expulsando ese líquido mártir carmesí. Y cuando la cosa no podía ponerse peor, comenzó a girar sobre sí misma. Más rápido. Más rápido. Más. 
Mientras giraba, gotas de sangre eran expulsadas como si de un aspersor se tratara. Gota que tocaba, gota que incendiaba. Y el cielo, el cielo que era azul claro...se tiñó del color de las llamas.
 Los pájaros de los alrededores, en vez de huir, comenzaron en bandadas a formar un círculo a su alrededor envolviéndola en esta danza cíclica infernal. 
Ahora las lágrimas brotaban de mis ojos, saladas y transparentes.
-¿Por qué haces esto?- chillé asustado.
Entonces, paró en seco. Y las llamas pararon su movimiento en seco también, como si el tiempo se detuviera.
-Dijiste que la arrancara.
-La flor, no yo.
Ella ladeo la cabeza a modo de incomprensión. Todos los pájaros que había a su alrededor se posaron en los árboles cercanos y giraron también su cabeza, con sus picos dirigidos a mí. Cientos de pájaros juzgándome. Miré a la asquerosa flor. Esa maldita, fea, miserable... ¿Qué le estaba brotando del centro de ese raquítico capullo sin abrir? ¡Lágrimas! Lágrimas cristalinas. Hoy era un día de lloros. Esa tipa lloraba, yo lloraba, la flor lloraba....Sin embargo, y no sé por qué pude llegar a tal determinación, lo supe:
-Yo soy esa flor.

No sé si quiero volver a ese monte. No es por temor a volver a encontrarme a la mujer, ni por el fuego que quedó en el recuerdo de mis padres como un producto de mi desbordante imaginación infantil. Es la flor: Algo me impide volver para descubrir en qué se ha convertido una vez que se ha abierto. Si es que...si es que ha llegado a abrirse alguna vez.
Probablemente no me creas. Pero te diré una cosa: hubo un tiempo que el cielo era azul. No me mires así. Es verdad. Puede que tú recuerdes siempre el cielo de ese color anaranjado perpetuo. No te culpo: todos lo recuerdan así. Pero te puedo asegurar que hubo un tiempo en que era diferente. 
 

lunes, 19 de marzo de 2012

Podio vacío

No me importa que no sepas nada del mundo.
No me importa que no tengas trabajo.
No me importa que no tengas estudios. 
No me importa que nunca hayas destacado en algo a nivel social. 
No me importa que tengas miedo.
No me importa que tengas ganas de llorar. 
No me importa que tengas ganas de reír. 
No me importa que no tengas nada que decir.
No me importa que no tengas nada que crear.
No me importa que a veces te hayas sentido insignificante. 
No me importa que te sorprendas sintiendo pereza, gula, ira, avaricia, celos, envidia, lujuria. 
No me importa que te repitas hasta la saciedad. 
No me importa que te equivoques mil veces.
No me importa que tu memoria falle.
No me importa que te contradigas.
No me importa que estés sano.
No me importa que estés enfermo.
No me importa que seas torpe.
No me importa que seas muy analítico
No me importa que seas muy emocional.
Tienes derecho a ser respetado. Tienes derecho a ser feliz. :)

No te voy a exigir nada. Aunque...reconozco que deseo sólo una cosa. Una cosa pequeñita: Intenta respetar a los demás tanto como te respetas a ti mismo. Eso es todo.


jueves, 26 de enero de 2012

El paso.

Es tarde. No voy a decir mucho. Solo que he crecido 10 años de golpe. Así sin más. De avestruz a jirafa. Tomar las riendas, no hacer las cosas porque según mis roles debería hacerlas. Si tomo una decisión la tomo hasta sus últimas consecuencias.
Tengo miedo. Por supuesto que sí. Pero a pesar del frío, el agua de la piscina me sentará bien.
Amor e inseguridad. No se puede amar por tener inseguridad. Aunque si se puede tener inseguridad porque se ama.
Cuando actué, sentí un sudor frío y una palpitación por todo el cuerpo. ¡Mi cajita! ¿Dónde está mi cajita, aquella que me protege, que me otorga un autoconcepto adecuado? Pero ahora siento tranquilidad. Una extraña tranquilidad: esa que te concede el saber que solo has obrado de manera inevitable. Al menos, mi "bipolaridad situacional" se toma una tregua. Vivir desde el otro lado. Para generar un cambio.
Cambios. Me gusta esa palabra.

lunes, 23 de enero de 2012

¡Allí!

Muchas veces confundimos independencia con separatismo. Y el separatismo absoluto...es ilusorio.


miércoles, 11 de enero de 2012

Guarida

El parque es el guardián. Desear dejar de ser "persona" y querer ser el sabor de las lágrimas en conjunción con los árboles. Ser nostalgia viva. Y que la calidez que agarra una de las manos finitas te recuerde que aún estás aquí. Y que querer difuminar la identidad finita puede encerrar un secreto detrás...