martes, 30 de octubre de 2012

Hopefuland

Bienvenidos a Hopefuland, una urbanización donde hay hermosas casas blancas de teja, cada una con un acogedor jardincito abierto. Todos los vecinos se conocen entre ellos. y con un gesto de sus cabezas, expresan saludos y deseos. No hay barbacoas comunitarias en este lugar, pero sí hay carne en el asador. Aunque pocos son capaces de dar la vuelta a su parte, hasta que el olor a quemado acabará en el futuro siendo cenizas.
Vidas entrecruzadas, como las líneas de una pista de hielo. En el que, sin saberlo, cada uno sabe bien como se siente el otro. Rayones superpuestos en un folio en el que, borrar un trazo inconexo implicaría deshacerse de siete inocentes.
Cuando llega el anochecer, todos pasean a sus mascotas, mermada excusa que se destapa por esos pedacitos de papel que aparecen en una mano estrechada. Mensajes que nacieron arrugados, crecieron mojados y morirán del mismo modo que vinieron.
Y mientras los cables de teléfono chisporrotean entre vivienda y vivienda, los niños ríen por esos silencios incómodos en las calles a las 12 del mediodía, inconscientes de que lo que se entre lee en esas puertas cerradas no es resentimiento: es amor impotente.

2 chispas coloridas:

Anónimo dijo...

te aplaudo con el sonido de una mano.

Karmasang dijo...

Francamente interesante pero dudosamente demostrable que todo el mundo de en clavo acerca de lo que piensan y sienten los demás porque las virtudes y los pecados del alma de cada uno nos hacen ser insospechadamente impredecibles y quizás como mucho yendo por la tangente para rozar el contexto periférico de sus vidas interiores y exteriores proyectando cada uno su propia película a veces sobre los demás y poco más. Poniendo cada cagada y cada reproche en su sitio, hay puertas cerradas que no albergan más que fijacones incoherentes y caprichosas de la mente de cada uno y otras un hermoso esperar a que todo armonicamente llegue a su sitio para componer una melodía silenciosa e indescriptible. Sin no querer faltar, nadie sabe realmente lo que tiene hasta que lo pierde y cuando tiene demasiado se hace ciego de no verlo ahí delante mismo porque la mejor forma de esconder algo es ponerlo justo delante tuyo y no tomar conciencia desde otro punto de vista de lo que ante ti se presenta. -LERSI

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