lunes, 9 de agosto de 2010

La Meseta de la Renovación Transitoria.


Cuando te asomas a la ventana cuando amanece, puedes ver muchas maneras diferentes de saludar a la vida. Parte de esta percepción la tiene la persona que mira, otra parte, el lugar al que mira.
Por las mañanas, cuando miró por el balcón de mi casa, me topo con esta realidad: un conjunto apelotonado de casas antiguas, dónde lo más viejo se encuentra muy próximo y, a medida que te vas alejando, vas notando más modernidad. Es como si el espacio-tiempo se hubiesen puesto de acuerdo para tocar una canción en sintonía rítmica.
Parece que las viviendas se pelean entre ellas, a ver cual es la que tiene más protagonismo. Cada una tiene su sitio, pero, de manera escalonada, parece que lo nuevo (y más lejano) quiere darse a conocer más, tiene más necesidad de llamar la atención. Pero llega un momento que la atención no puede dar más de sí. Y hay edificios que, a pesar que lo intentan, no consiguen su objetivo. Un objetivo perseguido por demasiados. Y es entonces cuando los humildes sobresalen por su sobriedad, a pesar que no estaba en sus intenciones.