viernes, 25 de noviembre de 2011

Concursos literarios


De pequeña presumía de tener una imaginación desbordante. Algunos niños se enorgullecen de jugar bien al fútbol, otros de tener la Barbie más cara. Yo, de mi imaginación.

Me encantaba obtener la aprobación y alabanzas de mis profesores y compañeros de clase. Escribía relatos ocurrentes y conseguía ganar algún que otro premio de literatura infantil.
Según mi concepción, mi imaginación no tenía límite alguno. Era cómo un poder sobrenatural que no atendía a las leyes de la física, que se nutría de una energía extrasensorial y que fluía en mí cómo una conductora, manifestándose en el exterior.

Conservo un diario que escribía cuando tenía 8-10 años. En él no paro de quejarme de cuando las cosas me iban mal, de aquel niño que me gustaba y que no me hacía caso...Y hablaba que todo eso se difuminaba porque era portadora de un don creativo maravilloso que muy pocos tenían (¡chincha revincha!). 

¿Engreída? ¿Vanidosa? ¿Arrogante? No de manera manifiesta, pero de manera implícita en ese aspecto concreto, sí. Para algo que se me daba bien... ¿Exagerada? También, también. :P

El problema surgió cuando empecé a tener miedo ¿Y si mi poder, aquel que me hace ser especial, lo pierdo? ¿Quién seré entonces? Cuando me surgió este miedo, me sentí incapaz de crear. Mi poder no me reaccionaba. Estaba tan pendiente de comprobar si mi creatividad funcionaba que no podía funcionar.

Esto me recuerda a una entrada que escribí aquí hará un par de años. En ella comentaba mi problema al hablar (todavía me pasa algunas veces, qué putada XD), teniendo a menudo problemas para comunicarme coherentemente cuando estoy pendiente del propio procedimiento de hablar.

En este caso, el proceso divertido de crear se había convertido en una prueba autoevaluativa de ver si conservaba mi potencial. Sin pasión no hay creación. Esto que parece una auténtica gilipollez, no lo es en absoluto. Los miedosos crean leyes generales absolutistas para aplicarlas en todos los casos y controlar la realidad. Pero en el proceso, esterilizan lo nuevo, las posibilidades. Para un acto creativo escrito, no te sueles ceñir al objetivo de la creatividad en sí mismo; las cosas que más emocionan son aquellas que fueron creadas mientras el creador se emocionaba verdaderamente. Es un proceso tan enigmático cómo la esencia de la vida; se respalda en unas normas básicas (las palabras, la estructura escrita) para configurar algo que en determinados sentidos no tiene barreras, ni normas. El proceso creativo es hacerle un corte de mangas a lo establecido para adentrarte en mareas profundas.

Entré pues en una crisis creativa. Hasta que me mentalicé de que no era creativa. Había perdido el don. Fue entonces cuando huí de la opinión ajena. Me dijeran lo que me dijeran siempre era malo:

-Si me decían que un relato mío era una mierda, pues yo me pudría en la mierda con el relato. XD
-Si me decían que un relato mío era una maravilla, al principio me alegraba pero luego salía huyendo, ya que tarde o temprano se daría la persona cuenta de que se había equivocado o que fue un golpe de suerte y no podía soportar su cara de posible decepción (yo creo que es peor una cara de desilusión que una cara de hastío inicial).

Hay que tomar en cuenta que en ningún momento tomaba en consideración la posibilidad de mejorar. Los dones o se tienen o no se tienen. ¡Toma castaña!

Pero, años más tarde, me encaré a la opinión ajena escribiendo en la red. Las opiniones escritas duelen menos que las cara a cara. Son sólo personas que escriben letras unidas, que casualmente tienen un significado. Sin tonalidades de voz, sin caras raras, sin observar las reacciones ajenas. Una aportación minimalista de la realidad. La procedencia de esas palabras quedaba reducida porque me daba tiempo suficiente de mentalizarme y planear una estrategia mental defensiva para darme ánimos. Las palabras esperan. Las personas, no.

Pero los concursos de relato ¡Eso es otro cantar! Seres que se sientan detrás de una mesa con aires de gran sapiencia, valorando con intensidad tu historia. Se las dan de eruditos y te adjudican un premio si está a la altura de las expectativas. Y si no lo está, no te van a decir por qué: Se limitan simplemente a tirarlo a la basura. Y seamos realistas: cuando envías el relato no lo envías por motivación intrínseca: Lo envías para ver si puedes ganar. El objetivo son los otros.

Creo que me da más miedo ganar que perder. Porque me da miedo ilusionarme con algo que la próxima vez será decepcionante. Sin embargo alguna vez me arriesgo. Cuanto más miedo me da, más me arriesgo ¿Que algo me da miedo? ¡Ni de coña! Así fui superando mi timidez en su momento.

Bueno, la cosa es que quedé finalista el año pasado en un concurso de relato corto y hoy recibí la publicación del librito con el ganador y los finalistas. No me lo esperaba. Fue un relato improvisado y sin estructuración pensada previamente.

Yo contaba que me darían sólo un ejemplar para el recuerdo, pero me dieron 25 libritos.

¿Y ahora qué? ¿Los regalo? Es que si voy dando el librito por ahí ¿no suena un poco prepotente? En plan: “mira te regalo mi librito, ya me dirás (mirada de superioridad, a lo pro)”. No quiero parecer que me las doy de “chachi-guay”. Pero claro, tengo un blog ¿Los que tienen un blog en el fondo no van de protagonistas por la vida? Yo quiero pensar que no, que yo voy en misión humanitaria, para autoayudarme a tener más confianza, jejejeje.

A una amiga le dije que no me dijera si le gustaba o no; que lo leyera y simplemente me dijera en qué podía mejorar ¿Por qué le dije eso? ¿Todavía no he aceptado mi problema con las críticas? Yo creo que, al vincularlo con un concurso, me entró la vena tonta, pues el tema de los concursos no lo asimilo bien aún. Y eso que me he presentado a varios concursos ya ¿Todavía con esas? Raquel, te voy a tirar de las orejas. ¬_¬.
Estoy por decirle que olvide lo que le dije: que opine lo que le dé la gana, sin cortarse un pelo.  Y, con respecto a los concursos, voy a presentarme a tantos cómo pueda, hasta que pueda soportar bien el rechazo. Y lo más importante: hasta que pueda soportar bien los premios.