jueves, 2 de septiembre de 2010
Escarcha sumergible
Cuando estás en un estado dañino, llega un momento que te acostumbras. Te acostumbras de tal manera que salir de ahí te resulta no menos que insoportable.
Desde fuera, a ojos externos, tu actitud resulta incontenible. Pero tú estás muy a gusto. Tiempo ya pasó en la que llegar al ruedo fue un sufrimiento. Pero una vez alcanzado el círculo de la circunferencia, todo ya es silencioso. La rutina ha alcanzado su cenit.
El problema es cuando intentas salir de ahí. Es cómo estar sentado en un sofá durante muchas horas seguidas: La pereza te impide levantarte, aunque el agradable calor del sol vespertino podría regalarte gran parte de sus beneficios. El proceso es lo enmarañoso. Una vez estás en el ojo del huracán, todo cambia. Es lo que pasó aquel jueves de septiembre. Que salí del círculo. Digo septiembre por decir un mes, chivado de un ser a quién quiero mucho. Digo jueves por decir un día, que curiosamente simboliza el planeta Júpiter, el más grande, el que se lleva una pequeña parte conmigo (o eso dice la simbología astral). Lo importante es que fue importante. Y me arriesgo a decir que sobran las palabras cuando digo esto.
Fue la sensación más maravillosa que jamás soñé. Después de la pesadilla más grande inimaginada.
¿A qué ámbito estoy aplicando esto? A cualquiera. Que el lector use su imaginación. Se sentirá identificado en algún aspecto. Quizás porque una de las moralejas de la vida en muchos seres humanos consiste en eso: todo estado tiene su paraíso, hasta aquel estado que parece externamente un desequilibrio oscuro. Sólo hay que estar un tiempo largo ahí, para darse cuenta de la realidad. Por supuesto, hay estados que necesitan un trámite de adaptación más grande que otros. Y por supuesto esto se llega si has olvidado comparar tiempos mejores. Por eso la felicidad es relativa. Porque, si no hay comparación que valga, es el único estado existente.
No obstante, mi presente no lo cambiaría por nada. No, mentira. Puede que lo cambie. Pero no volvería al pasado. A ese pasado que consideraba el único. Sí, eso está mejor.
3 chispas coloridas:
"Por eso la felicidad es relativa. Porque, si no hay comparación que valga, es el único estado existente."
Si no hay comparación...
Gran observación.
Me encantó leerlo. Me haces pensar mucho. :) Gracias.
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