domingo, 4 de septiembre de 2011

Reencuentros

Había pasado tanto tiempo. La conversación giraba entre dos bandos: personas que hacía tiempo que no veía vs personas que veía prácticamente todos los días. Observé la manera en la que tanto unos cómo otros movían los labios al hablar. Me hacía gracia cómo cada persona se comunicaba de una manera diferente. Mientras uno de ellos acompasaba su conversación con un abrir de ojos intenso, poniéndo énfasis en una palabra clave de cada frase y moviendo la cabeza al mismo ritmo; el otro lo hacía todo con tranquilidad y armonía, apoyándose en la mesa y sonriendo de modo apacible, cómo si todo aquello formara parte de una noche más que él ya había digerido en varias ocasiones. Notaba cómo entre ellos dos se retroalimentaban de forma apremiante, de tal manera que la habitualidad era un aliciente para interactuar con la parte menos vista. Me sentía bien en todo esto, a pesar de que en ese momento no estaba allí: estaba observando lo que allí pasaba, olvidándome de mi misma, por una vez en tantísimo tiempo. Cuando caí en la cuenta de mi existencia (una vez más) cuidé mis gestos y los analicé con sumo cuidado: la manera en la que sonrío, la forma en la que muevo los brazos. Mis ojos me dolían por la alergia y me preguntaba como se vería todo desde fuera. Era incapaz de sostener la mirada, avergonzada por la situación que esto suponía, pero a la vez, volvía a la carga con un tinte desafiante, no tanto en la persona cómo en mi propia personalidad encogida.

No se me ocurría la manera de conectar con su energía específica. A veces sentía que no conectaba con ese bar en aquellos momentos ¿Por qué? Hace un rato no estaba tan mal. No lo sé. Me pasa últimamente a menudo. Estoy en un lugar y me vienen oleadas de desubicación consciente, así de repente. Puede venirme estando con mis amigos más cercanos, en mi propia casa estando en la más absoluta soledad. Me ha venido incluso cuando he despertado en mi cama después de un largo sueño. Un pez de río en una pecera.

Risas. Me encanta escuchar los diferentes tipos de risas. La risa dice mucho de una persona. La risa del primer chico era alegre y despreocupada, cómo si diera brinquitos sobre sí misma. La segunda risa era suave y precisa, era una risa compartida por primos, una risa que sólo se da cuando estás en familia. Una risa cercana. La tercera, la de la persona más próxima a mí, la que veía cada día; era una risa que conocía muy bien, una risa orgullosa, consciente de sus virtudes y defectos, pero que quería dar tregua a todo eso para dar a conocer su postura, de la mejor manera posible. ¿Y yo? Forcé reírme, cómo alguna vez lo he hecho, por cordialidad.

Melosa. Melosa y juguetona, con unos tintes artificiosos (lo que era, verdaderamente) esperando quizás una mirada cariñosa y protectora; volviendo a jugar a la pequeña niña desvalida que no se entera de nada pero que pegarle una colleja sería una criminalidad. Una actitud que, por otro lado, resulta peligrosa, porque para algunos no hay mejor manjar que hacer daño a una pequeña que no te respondería de ninguna de las maneras. Es cómo un desafío a punto de caramelo. Soy consciente de los riesgos. Y ya los he sufrido en varias ocasiones. Aunque es más fácil hacer cómo que no me he dado cuenta.

Debería estar pendiente de la charla. Repito la última palabra de la conversación a nivel interrogativo, para ponerme al día. Ellos me miran con expresión sonriente y comentan palabras sobre la inocencia refiriéndose a mi persona. Hablan sobre darse y no darse cuenta de las segundas intenciones de las cosas. Eso está claro. Ni de las segundas intenciones ni de las primeras. Sonrío de la mejor manera que sé y me centro en la conversación para estar a la altura. Intento meterme. Pero mi mente se larga fuera de escena una vez más, incapaz de implicarme, cómo si estuviera viendo un documental en el que no se me permitiera participar. Mi atención no me responde hacia el lado que debería. Hay cariño. Y alegría por verles. Pero quiero concentrarme en el reencuentro, sin que las palabras que salgan por mi boca estropeen esa sensación. Siento que soy la única con esa emoción y miro al suelo confundida por mi forma de sentir. Necesito hallar intensidad para un tema. No la encuentro. Comienzan entonces a hablar de temas en los que no puedo participar, por mi falta de entendimiento concreto en la temática. Sigo feliz del reencuentro. No por lo que hablen. Simplemente por haberlos visto después de mucho tiempo. Aunque puede que ellos no lo sepan. Eso es lo de menos.

3 chispas coloridas:

rainman dijo...

Creo que todos nos sentimos así a veces, descolocados y fuera de situación pese a que quisiéramos integrarnos en ella. De alguna manera todos creamos una fachada que mostrar al mundo, pero no debemos dejar que esta nos separe de los demás, ni dejar de mostrar cómo somos a los que realmente nos importan...

PD. Sigo esperando el premio de la entrada "Publicidad comparativa" xDD

Cañe dijo...

Al final sólo se ve lo que quieras mostrar.

Trozomuro dijo...

Siguiendo una especie de tradición de un solo post, (creo) que no sé cómo funciona:

Tienes talento.

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