domingo, 29 de diciembre de 2013

Por la tarde

Esta tarde me quedé dormida leyendo aquel libro sobre triángulos amorosos y encuentros desafortunados en las calles de Nueva Orleans. Y soñé contigo. Recuerdo que fue un sueño tan real que podía oler tu aliento, ver mi cara de sorpresa reflejada en tus ojos, sentir el calor de tu presencia. Estaba metafóricamente desnuda por una consciencia donde la mentira y el silencio eran inútiles. Y, liberarme de esa oscura cárcel que accidentalmente un día creé, me alivió por completo.
El detonante fue el sentimiento de miedo. Ese miedo de que pasase algo y que esa sensación acabase. El mismo miedo del que he huido de múltiples maneras, intentando extirparlo como un vil intruso. Cuando el temor se apoderó de mí, tu postura erguida se fue inclinando: eras una Torre de Pisa humana. Caías y por mucho que intentara sostenerte, eras demasiado pesado para poder hacer de pilar. Sentía que perdía el aliento: me lo estabas arrebatando. Pero eso no fue lo que más me impactó. Lo que más petrificó mi espíritu fue tu expresión de impotencia e idefensión ante el destino que estabas creando. Y entonces me desperté.


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