martes, 15 de marzo de 2011

La brillantez de lo fortuito

Hoy pasó algo peculiar.
Estaba de vuelta de la facultad, caminando por la Calle Castillo de camino a mi casa. Para los que no lo sepan, hace poco han habido fuertes lluvias, granizo en la ciudad vecina y, un poco más allá, nieve. Llevamos ya un par de días con una ola de frío y lluvias constantes, cosa que no es habitual en la capital, Así pues, la gente está en una predisposición diferente a lo habitual.
Caminando por la calle, a la 1 de la tarde, un montón de cabezas miraban hacia el frente, ensimismados en unos pensamientos que agarraban a puño cerrado; impidiendo que cualquier otro individuo se entrometiera, ni siquiera aquel que estaba a apenas medio metro de distancia.
Fue entonces cuando el cielo, director de orquesta de lo a continuación acontecido, obró: cayeron unas gotas. Unas tímidas cabezas de alfiler líquido.
Lo que yo vi fue hermoso: El montón de cabezas, que parecían no tener nada que ver entre ellas, desplegaron un mar de paraguas. Era cómo si se tratara de una conciencia colectiva, la viva imagen del movimiento sincronizado de las hojas cuando el viento mueve una rama. De repente, todas aquellas personas que se resguardaban de lo ajeno con recelo, sin haberse dado cuenta, cooperaban en un hermoso acto. La calle se teñía de imnumerables cúpulas de colores y motivos decorativos, muchas de ellas girando sobre sí mismas, jugueteando en las manos de su poseedor. No pude evitar esbozar una sonrisa y, cooperando con esta exquisita conexión, desplegué mi paraguas azul cielo.

2 chispas coloridas:

Diario de un PEaton dijo...

Muy interesante es bueno que capturemos esos momentos y gracias por compartirlo.
Nos vemos! saludos!

Cristo dijo...

^_^ Que linda entrada.

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